Haz mutis, mántente quieto, y poco a poco, al ritmo de los caracoles, se llenará tu cuerpo de sensaciones tristes, de un dejo de esperanza, de una alegría pequeña, no menospreciable.
Podrás llorar, sonreír, en orden indistinto o aleatorio, pero no grites, no hay por qué trastocar la delicada armonía creada por una banda islandesa, muy rara, muy buena, muy necesaria.
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