
Ese día subimos a Montjuic, vimos desde lo alto Barcelona e hicimos pic nic acompañados de un viento que nos despeinaba y enfriaba nuestros bocadillos.

Horas después preparamos la comida, brindamos con un tinto de buen sabor y tras reposar brevemente, nos alistamos para ir a La Marsella, el objetivo: probar el ajenjo... sí, Van Gogh no estaba equivocado, es bueno y su preparación casi un ritual, pero cómo pega.

La noche acabó en el Shoko, moviéndonos con música ya conocida, allá y acá los bailes antreros siguen prácticamente el mismo beat, Shakira ya es universal.
Esta fue la crónica de un festejo atípico y ya estoy esperando los 27.